Principalmente, los bailes chinos utilizan flautas de chinos y tambores de cueros, tocados siempre en comparsa de doble fila, que en su gran mayoría emiten un contrapunto sonoro permanente. Muchas veces, se acompañan de abanderados y del canto de alféreces, considerados como una forma poética ritual. Una definición acabada sobre esta rica tradición, señala que: “Los bailes chinos son hermandades o cofradías de poetas populares y músicos danzantes de flauta, tambor y bandera que celebran fiestas religiosas en diversos poblados rurales, mineros, caletas o barrios periféricos urbanos del país, extendiéndose entre costa y cordillera desde Tarapacá por el norte hasta el valle del Mapocho por el sur, e incluyendo las provincias argentinas de San Juan y Cuyo. En la actualidad en el país existen alrededor de una centena de bailes chinos vigentes, aunque ésta es una cifra dinámica que cambia de forma permanente, dada la vigencia de esta tradición cultural” (1).

Contrastes generacionales en el rescate patrimonial de los Bailes Chinos.

Los bailes chinos se desarrollan en el marco de fiestas, el más importante momento de conmemoración de muchas comunidades de distintas características; las fiestas no son homogéneas y cuentan con una amplia gama de expresiones, personajes, devotos, visitantes…cosmovisiones. La fiesta convoca y reúne todos estos elementos y más, distinguiéndose dos tipos: las de santuario, que se realizan en grandes centros ceremoniales, con gran concurrencia de visitantes, potenciando otras actividades anexas, como por ejemplo, el comercio, mientras que las patronales se remiten a un poblado en particular y generalmente son de advocación a la Virgen, Cristo, La Cruz o algún santo. En ambos casos, las fiestas contextualizan el motivo, el fervor y la organización en la que se despliegan los bailes chinos como expresión cultural, tradición, creencias y patrimonio inmaterial.

Misa previa al viaje de la imagen de la Virgen hacia el resguardo otorgado por los feligreses.